jueves, 2 de junio de 2011

La educación del arte: intención sobre la imposibilidad

A Ludwig Wittgenstein siempre le preocuparon los problemas referentes al pensamiento en una estrecha relación con el lenguaje. Para él, durante su primera etapa filosófica, todo lo que puede ser pensado puede ser dicho. De este modo, las cosas que se digan deberán decirse de manera clara y concisa. Cuando algo no se puede articular, entonces no puede decirse, o simplemente está mal planteado. De ahí que alguna vez haya planteado que tanto de ética como de estética no se pueda hablar, pues, según dice, ambas son trascendentales; incluso afirma que ética y estética "son una misma y sola cosa" (Tractatus Logico Philosophicus). Sus etapas posteriores transitan en el límite de lo pensable a partir del modo en que nosotros, los seres humanos, construimos el mundo mediante nuestras formas lingüísticas. A este modo de entendernos entre nosotros le llamó "juegos de lenguaje". Al inicio de "Observaciones filosóficas" se pregunta: "Se puede decir: ¿El niño debe aprender a hablar algún lenguaje determinado, pero no a pensar?". Esta pregunta resulta mucho más complicada de lo que parece a primera vista. Una cosa es hablar como efecto de aprender a designar esto o aquello. Otra cosa muy distinta y más complicada es designar estadios psíquicos, modos de sentir o movimientos del humor. Y encima de estas dos cuestiones tenemos el problema de la articulación: ¿en qúe momento y bajo qué circunstancias el niño aprende a articular, a partir de las palabras que va almacenando y en tanto aprende a distinguir las distintas sensaciones que experimenta? ¿Hay algo que lo determine? La respuesta no puede reducirse a un enunciado corto y decisivo: las funciones cerebrales son infinitamente más complejas que eso, al mismo tiempo que el tejido social es igualmente complejo y se adapta con el individuo de una manera única en cada caso. Así es que se dice que el individuo es único e irrepetible.

Un problema análogo a la adquisición del lenguaje en relación con el modo de articular se nota con la cuestión del aprendizaje en el arte. El aprendizaje técnico es un asunto que se puede dar sin mayores complicaciones: la mezcla de los colores, el tratamiento de los materiales, temperatura, presiones, humedad relativa. Articular con la imagen es el otro lado de la moneda. Eso no se aprende en el taller con la asesoría de un maestro. Y cuando decimos educación del arte, ¿en qué estamos pensando puntualmente? ¿es la enseñanza técnica lo único que se puede aprender en el arte? Pues por enseñanza técnica no solo voy a entender cómo dibujar, pintar, amasar, modelar o fundir, sino también qué libros leer, qué autores discurren mejor tal o cual cosa, así como aprender a distinguir piezas que históricamente han tenido determinada importancia o cuál es la mecánica institucional que sigue eso que se produce para convertirse de una composición en una pieza de arte.

Ahora bien, al reunir todas las características técnicas que debe llevar un estudiante para hacer sus estudios, ¿se concede que es todo lo que el estudiante debe saber? Está la cuestión de el "estilo propio", "maduración" o términos por esa guisa. ¿Y en dónde lo aprenderá el estudiante? ¿Hay alguna clase en donde el alumno deba aprender a pensar? O por el otro lado, ¿Hay alguna clase en la que aprenda a desarrollar una composición?

Es obvio que algunos logran aprender -cabe mencionar que muchos de ellos no lo logran- cómo articular, cómo desarrollar una composición, que ésta haga sentido y que adquiera un valor simbólico histórico y personal expresivo, pero no es fácil decir en qué consiste este aprendizaje. Podemos pensar que, al igual que con la adquisición del lenguaje en el niño, en el estudiante ocurre un proceso muy similar. Solo que aquí en el terreno del arte, que tiene la extraña facultad de convertir el plomo en oro, mientras que el habla goza de la virtud de crear un mundo en la virtualidad total, abstracta, del lenguaje.

2 comentarios:

  1. Primero un paréntesis: Gracias por hablar en mi exposición estuvo muy bien.

    Ahora sí el comentario:
    Lo curioso es que siendo esto ya obvio en apariencia, la mayoría, no de la gente, de los propios artistas creen que el arte se origina en la retina y se dirige a la retina. Los más o menos conscientes de esa potencia del discurso asumen que se origina en digamos el pensamiento, al trabajar con la imagen, pero finalmente su trabajo también se dirige a la retina.

    Wittgenstein es toda una promesa, pero por muchas razones no parecen la escuelas de arte preparadas para asumir esas problemáticas llevándolas a piezas o a planteamientos. Por ello no dejaré de pensar (y lo sabes Edgar), que el arte conceptual es la cumbre en ese sentido, es decir de lógica y filosofía, de pensamiento verdadero. Desde entonces todo ha sido reciclaje de las mismas tendencias, y claro que se puede continuar el camino, pero no será nunca a partir del realismo fotográfico o del naturalismo escultórico.

    saludos

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  2. Sí, hay que delimitar lo que se decreta como pensamiento, al menos en un microuniverso. El asunto de la conversión es otro paquete, necesitaría otro tratamiento: "transustanciación", me doy el permiso de llamarle así. Insisto, pertenece a otro discurso.

    No puedo asegurar que eso se origine en el pensamiento. Se trata de un problema difícil de desenmarañar. Veámoslo así: Freud estaba convencido de que el inconsciente debía ubicarse en el cerebro. Si lo replanteamos, podemos decir que el inconsciente es justamente lo que NO se encuentra en el cerebro. Es, por decirlo de algún modo, la ausencia del "pensamiento pensado".

    Saludos

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